Desde los eventos urbanos hasta las reflexiones alrededor de los quinientos años del descubrimiento de América y su propia historia familiar apuntan a nombrar el cruce entre individuo e historia. La particular naturaleza de su lenguaje por lo tanto ha encontrado mejor expresión en imágenes que son huella, rastro, vestigio, silueta, contorno, aludiendo a los lenguajes de las ciudades: afiches, carteles, serigrafías, fotografías, etc. Y en alusión análoga a los instrumentos de la violentación que ha sido la circunstancia fundamental de la vivencia histórica como son el rostro sin rostro, la mira, el blanco, la silueta anónima, el graffiti silencioso, los antepasados, el sueño, el mirar sin ser visto, la huella sin identificar y el rastro de la muerte.
Todo esto dentro de un lirismo silente, elegante, sobrio, que mantiene la imagen dentro de sus esferas más expresivas y con lo que mantiene la tensión necesaria para hablarle al espectador sin atropellar, usando como máximo poder, poesía y metáfora.
Mónica Boza. Filosofa.
Al principio, la obra de Patricia Bravo, hablaba del fin: la serena muerte ese símbolo y ritual. En una playa desierta la arena y el cuerpo fundidos regresan a lo elemental. De la nada disuelta quedaba apenas una ola, un canto a lo que desaparece.
Años después aparece, gracias a los dioses, otro cantar.
La vida regresa, se expande, con fuego abrasador es penetrada, besada, “como el tigre que lame la humedad en las hojas”. La ceremonia, los sentidos plenos, en tiempos de guerras, odios y ceguera, celebran un nuevo ritual. Lo que la artista nos ofrece y seduce renueva el goce, la vida misma.
Se cumple entonces el círculo natural: se habla de la muerte para hablar de la vida, del cuerpo y su fuerza mayor, estar en el otro. La pasión, la llama encendida, celebrada.
En tiempos de odio, ceguera, guerras, el arte nos regresa a los estados primeros. El erotismo franco y misterioso, siempre bajo la piel, sobre todas las cosas, como el sol que calienta, como la noche encendida.
Certera, esta fotografía nos entrega, nos devuelve, lo que amamos. “El cuerpo y a través del cuerpo, el cuerpo”. Lo decía Luís Caballero, lo dijo Débora Arango, lo dice la historia. Lo niega la sinrazón.
Luís Fernando Peláez. Artista. Director Sala U Arte Contemporáneo. Universidad Nacional. Medellín – Colombia.
Años después aparece, gracias a los dioses, otro cantar.
La vida regresa, se expande, con fuego abrasador es penetrada, besada, “como el tigre que lame la humedad en las hojas”. La ceremonia, los sentidos plenos, en tiempos de guerras, odios y ceguera, celebran un nuevo ritual. Lo que la artista nos ofrece y seduce renueva el goce, la vida misma.
Se cumple entonces el círculo natural: se habla de la muerte para hablar de la vida, del cuerpo y su fuerza mayor, estar en el otro. La pasión, la llama encendida, celebrada.
En tiempos de odio, ceguera, guerras, el arte nos regresa a los estados primeros. El erotismo franco y misterioso, siempre bajo la piel, sobre todas las cosas, como el sol que calienta, como la noche encendida.
Certera, esta fotografía nos entrega, nos devuelve, lo que amamos. “El cuerpo y a través del cuerpo, el cuerpo”. Lo decía Luís Caballero, lo dijo Débora Arango, lo dice la historia. Lo niega la sinrazón.
Luís Fernando Peláez. Artista. Director Sala U Arte Contemporáneo. Universidad Nacional. Medellín – Colombia.
miércoles, 30 de diciembre de 2009
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